Una llamada de auxilio interrumpe mi amargo descanso nocturno, muy cerca de mi refugio están siendo atacados mis camaradas, quizás una trampa bien planeada del enemigo o una treta del vecino traidor, aún no lo se, me preparo bien, se que quizás ahora sea mi bautismo de fuego, daré un balazo o me lo darán a mi, las botas bien puestas, la ropa apretada y caliente para matar el frío, el arma cargada y lista (yo soy el que no lo esta) tomo fuerzas de algún lugar y salgo del refugio, los gritos retumban en mi camino, callo la radio y voy hacia mi destino... El brillo del fuego y los ruidos ensordecedores de las balas son el aviso de que estoy cerca del conflicto, veo una sombra que no se diferenciar como buena o mala, casi le disparo pero el escudo en su casco lo reconozco, sin medir las consecuencias y bastante expuesto me lanzo a un ataque directo contra el enemigo, mato a uno (pensé que me dolería hacerlo pero no) sigo regando sangre extranjera y hasta encuentro un extraño placer en hacerlo. Al cabo de largos diez minutos acaba todo, la treta o la trampa llega a su fin y mis camaradas me dan las gracias, se terminaron mis ganas y la adrenalina, volví a ser yo y me siento terrible, las manos llenas de sangre y la mirada perdida (Continuara)
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