Un nuevo día nace para mi, no se en verdad cuantos llevo aquí metido... Creo que llegue un martes, un sargento me dijo: - Este es tu lugar, será tu casa, tu baño, tu cocina, tu refugio, tu todo, debes cuidarlo - y me dejo en esto que en los primeros días, allá lejos cuando la fuerza me sobraba le di una buena limpieza, arregle el techo lo mejor que pude y con lo que tenía a mano. Recordé cosas que me enseño papá sobre la tierra mojada para la base del catre y las piedras para la trampa detrás de eso que llamaba puerta. Los dos primeros días aquí me sentí como un Robinson en su isla, pero después de a poco el tiempo me calmo, la esperanza se me fue al igual que las ganas de ver esto como una gran aventura, la primera vez que vi sangre no fue nada agradable, me descompuse y sentí un miedo atroz que creí que me iba a matar o paralizar por siempre pero lo fui superando, poniendo imágenes nuevas sobre esas que daban miedo...
Tomé un trozo de papel que no recuerdo de donde lo habría sacado y ensaye escribir una carta, algo que me desahogue o al menos me distraiga de esta soledad monótona que me estaba matando, es muy fiero el estar solo y peor aún sentirse solo. Quise escribir un par de palabras pero los dedos no me dejaron agarrar firme la birome, los tenía doblados por el frío y ni me había dado cuenta...
Quiero hacerme el fuerte y simular que todo lo puedo superar pero no puedo, no dejo de pensar en la chica de cabellos negros y ojos marrones que me sonreía en la escuela, en la comida caliente de mamá, en la tarde de cuentos e historias inventadas con papá o en tontos juegos con mi hermanito, los extraño a rabiar y mis lagrimas inundan el papel que quise escribir, mis ojos se enrojecieron llenando de tristeza mi mirada...
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